En un pequeño jardín de La Gasca, en la ciudad de Quito, cada año nace un iris. Esta flor, que crece de rizomas rastreros, tiene un corto ciclo de vida. Desde hace 15 años, Pilar dibuja el florecimiento, la plenitud y el marchitarse del iris. Éste, en su pequeñez, se convierte en símbolo de la vida, una totalidad en permanente flujo y transformación, donde se interrelacionan espacio-tiempo, fragilidad, fugacidad y multiplicidad.
Fotografías: Pepe Avilés
Fotografías: Christoph Hirtz
Fotografías: Birte Pedersen
Fotografías: Raúl Yépez, Gonzalo Vargas M.