Hernán Rodríguez Castelo

Rodríguez Castelo, H. (2006). Nuevo diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del siglo XX.  Quito: Centro Cultural Benjamín Carrión. (pp. 235-237)

FLORES PILAR

Una de las más brillantes figuras de la plástica ecuatoriana del siglo XX.

Pasa de un paisaje con dejos impresionistas a un paisaje contemporáneo de audacia gestual y cromática, con todos los poderes de la mancha y del trazo.  La montaña se descompone en elementos visuales, hasta con grumos de arena ennegrecida.   En la selva se tientan rasgos matissianos, hasta dar con nerviosas caligrafías cromáticas.

En la I Bienal de Cuenca -1987- representa la vanguardia ecuatoriana, con paisaje personalísimo, fuerte y hermoso, de lograda síntesis de informalismo gestual y expresionismo abstracto.

La exposición de La Galería 1990 la presentó en plena gestualidad –ella siempre tuvo tendencia a lo gestual-; una gestualidad que, para mayor libertad y fuerza, ha buscado los grandes formatos y se ha complacido en la austeridad del trazo negro sobre blanco.  Pero hubo trabajo que tenía más que lo gestual.  Con trazos gestuales enérgicos se habían resuelto los fondos que rodeaban a una gran forma blanca, inquietante en su indecisión fantasmal, que tenía al pie una forma negra, que parecía un gato.  Bellísimo el juego de azules, y redondo el conjunto.

A los dos años (La Galería 1992) pintaba capas de color que sobreponiéndose iban creando un espacio hondo.  Las capas de color se realizaban con trazos libres y rítmicos.  Para cada capa los trazos dejando tras si espacios.  Y capas y capas de trazos.  Veinticinco en una de fondos amarillos con sobre posiciones de naranjas, rojos, verdes hasta unos leves toques de azul; en otras aún más.  Era la riqueza sensual del pastel; la utilización encaprichada de sus posibilidades.  Los trazos se construían sobre la memoria de la obra anterior: ritmos vegetales, recuperados con la libertad de lo gestual, a veces de extrema sutileza, y trazos fuertes, con su dejo dramático; ricas caligrafías abstractas.

La muestra de 1994 fue de plenitud y rupturas.  Obras de gran formato de su abstracto de libre captación de la naturaleza.  Y al centro un fuerte trabajo matérico, con base de arena.  Texturas para hacer sentir la tierra en toda su grave sensualidad.  Y original montaje: un largo corredor de arena coloreada unía una obra que con sus tormentosos trazos en azules y blancos que se agrisaban representaba cielo y mar, y otra de tierras con leves, nerviosos, trazos de azul que representaba la tierra.  La ruptura comenzaba por la escritura: al escribir, esos abstractos se tornaban soporte.  Se entablaba un diálogo entre dos manifestaciones visuales que, al entrar en esa relación, cobraban nueva dimensión sígnica.  Después se rompía el soporte. Desgarrones con algo de casual, fragmentación y reordenamiento de los fragmentos, pegados a veces sobre cartones sin tratar.  Un texto decía, sobre el cartón desnudo, sobre una mancha con mucho de provisional y junto a un rostro de mujer: “Yo hablo con mis manos.  Tú escuchas con tus ojos”.  Cabía preguntarse por el sentido y alcance de todas esas rupturas: ¿Era un salir de una manera expresiva que llegó a su plenitud, intensa, libre y rica? ¿Era entrar en un mundo de nuevos signos, más desgarrados y hesitantes?.

Una palabra resumía la muestra del 99 (también La Galería): sutileza.  Eran cartulinas blancas colgantes de ganchos.  El lápiz apenas las había rozado; en algunas se había aplicado más, pero como simple mancha, que completaba un haz de rayos rítmicos.  Unas veces, una cartulina sola; otras, juegos de dos, seis, nueve.  En los juegos, variaciones cromáticas austeras.  En las nueve, verdes agrisados en contraste fino pero intenso con trazos de cálidos –rojos, naranjas-.  Completaban tan leve manifestación de arte y concepto ciertos textos apenas legibles –contaban más como grafismo significante que como mensaje legible.

Pero la artista, junto a estas rupturas, sondeos e indagaciones, seguía pintando sus óleos de un abstracto que dominaba el espacio, con trazos gestuales y colores en juegos libres, lo mismo casi monocromáticos que de alguna mayor y sabia complejidad.

 

BIBLIOGRAFÍA

Hernán Rodríguez Castelo, “Pilar Flores”, Diners, Quito, n. 47 (abril 1966), pp. 44-48.

S.XX AVE 168-169

Carlos Villasís Endara, “Grafías abstractas”, La Hora, Quito, 27 marzo 1990.

100 AE 154-155

APDE 74-75